¿Por qué oramos?

Por: David Gutierrez
En Sin categoría
agosto 7, 2007

Tengo algo que confesar con respecto a la oración. Lamento decir que he usado la oración para callar a una multitud, para terminar con una cita (“Oremos al respecto”), para iniciar una reunión del comité, para fingir bendecir la comida cuando mi mente está muy lejos; y he usado “estoy orando por ti” como un colirio de consuelo.

Usar la oración como una herramienta para cumplir tus propósitos es como fingir amar a tu pareja para lograr algo, o como usar una amistad para salirte con la tuya. Es sólo una visión mecánica de la oración.

Sin embargo confieso que soy demasiado escéptico, demasiado “hijo de esta era cientí­fica”, y mi mente es demasiado lógica y racional como para poder apreciar la oración adecuadamente. No me malinterpreten. Yo practico la oración. He experimentado el consuelo que la oración de un pastor puede darle a un enfermo; he experimentado la paz que me puede traer al enfrentar un problema; y he experimentado la importancia de la oración familiar mientras padres e hijos expresan sus esperanzas, sueños y preocupaciones con su Padre Celestial.

Pero hay aspectos de la oración que me inquietan

Y cuando leo las grandes historias de oraciones exitosas de la Biblia me inquieto aún más. Historias como la de Daniel, que con su oración cerró la boca de leones hambrientos; Ezequí­as, que con su oración hizo que Dios cambiara de opinión y extendiera su vida; Ana, cuya oración resultó en su embarazo; y también el caso de la reunión de oración de aquella iglesia, que abrió las puertas de la cárcel.

Claramente, la implicación de estos ejemplos es que la oración produce resultados. Funciona. Esas oraciones fueron contestadas. Sin embargo, para ser honesto, me cuesta identificarme con esas historias Bí­blicas. ¿Cambian las actividades de Dios por mi oración? ¿Tuerzo el brazo de Dios con mis palabras? ¿Si fuera mejor orando, obtendrí­a mejores resultados?

Recuerdo estar postrado en el piso de mi casa rogándole a Dios que librara a mi madre de una muerte temprana por cáncer, pero ella murió de todas formas. Recuerdo el servicio de ungimiento de la esposa de mi sobrino, de apenas 24 años y estaba muriendo a causa del cáncer. Murió antes de que cumplieran un año de casados.

Mis resultados no son como los de los héroes bí­blicos de la oración. Y ¿qué se hace cuando uno no obtiene resultados? ¿Qué haces cuando algo no funciona? Dejas de hacerlo. La definición de la palabra demencia es continuar la misma conducta aunque estás esperando resultados diferentes.

¿Deberí­a dejar de Orar?

Estoy cansado de hacer excusas de porqué la oración no curó a alguien. No me gustan las respuestas que algunos, como los amigos de Job, propondrí­an:

  • Te falta fe.
  • No entiendes la voluntad de Dios.
  • No entiendes cómo esto es para la Gloria de Dios.
  • No entiendes que esta persona fue “salvada por fuego” ”“si hubieran sobrevivido eventualmente hubieran abandonado a Dios.
  • No entiendes que el dolor es por tu propio bien ”“es disciplina Divina.

No me gustan estas respuestas, y sin embargo, en la Biblia leo que:

“Les aseguro que si alguno le dice a este monte: ’Quí­tate de ahí­ y tí­rate al mar,’ creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá.” (Marcos 11:23)

“Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza ””les respondió el Señor””, podrí­an decirle a este árbol: ‘Desarráigate y plántate en el mar,’ y les obedecerí­a.” (Lucas 17:6)

No he movido una montaña ni un árbol, así­ que me cuesta entender el concepto de la oración. De manera que, insatisfecho con todas las historias de éxito, y con un deseo de encontrar ejemplos de oraciones con los que me pudiera identificar, volví­ a la Biblia nuevamente. Allí­ encontré algunas ilustraciones diferentes.

David rogó a Dios para que su bebé con Bethsabé no muriera (2 Sam. 12:16), no obstante, después de todo, el niño murió.

Pablo buscó que “el aguijón en la carne” le fuera quitado (2 Cor. 12:7,8), no obstante, después de todo, no le fue quitado.

Jesús buscó que la copa pasará de él (Mat. 26:39), no obstante, después de todo, fue a la cruz.

Ciertamente la oración es más complicada que las respuestas que recibieron David, Pablo y Jesús para sus oraciones [hay que analizar otros factores, no sólo las respuestas]. Las oraciones de ellos no siempre fueron contestadas. Así­ que ¿cómo voy a entender la oración?

Por un lado, tenemos una imagen de Dios como el que no cambia, inmutable, que ha escrito la historia del mundo desde principio a final, y no hay nada que yo pueda hacer que tenga un impacto sobre Él. Si esa es la imagen que tenemos de Dios, entonces la oración no es más que una auto-hipnosis haciendo lo que Dios querí­a que hiciéramos. Por otro lado, tenemos la imagen de un Dios que responde a las apelaciones humanas. En ese caso Él puede aparentar ser caprichoso.

Puedes encontrar suficiente apoyo bí­blico para ambas imágenes de Dios. Por un lado, la Biblia habla de un Dios que no cambia (1 Sam. 15:29; Salmos. 33:11; Santiago 1:17). Por otro lado, la Biblia habla de un Dios que nos responde y nos pide que traigamos nuestras peticiones a Él (Mat. 7:7; Isa. 65:24).

Tenemos varias imágenes de Dios, y quizás ese es mi dilema. Yo tengo una imagen muy estrecha de Dios. Estoy tratando de encajonar a Dios en mi diminuta mente, creando juegos mentales que lo limitan. Me preocupa que no alcanzo el lugar de escepticismo al que llegó Job. En su discurso en Job 21:15 sugiere sobre los impí­os:

“¿Quién es el Todopoderoso, para que lo sirvamos? ¿Qué ganarí­a con orarle a Él?”

La pregunta de “¿Qué ganarí­a?” Es la pregunta que hacen muchos paganos en el antiguo testamento. Esa es una pregunta que revela la imagen de Dios.

Dioses prefabricados

Se suponí­a que los dioses antiguos debí­an facilitar las cosas sus seguidores. Cuando se les ofrecí­an sacrificios, esos dioses cuidarí­an de sus seguidores. El dios de la lluvia hací­a que lloviera, el dios de la fertilidad traí­a niños; el dios de la ramita verde traí­a buenas cosechas; el dios de la guerra traí­a victorias en las batallas. Existí­a un dios para cada necesidad.

Se escogí­a a los dioses que pudieran hacer más por ti. Si un dios no te estaba funcionando, cambiabas de dios o dejabas de orar. Si la tribu vecina tení­a mejores cosechas, era por que su dios era mejor. Si les caí­a más lluvia, su dios era mejor. Si salí­an triunfantes de la batalla, su dios era mejor. A nadie se le ocurrirí­a servirle a un dios que no pudiera librarte de problemas o proveerte de algún placer. El propósito de los dioses era alisar el camino para los humanos.

Eso es lo que es tan asombroso de tres hombres dignos y su respuesta al rey Nabucodonosor. El rey dice de su imagen dorada:

“…De lo contrario, serán lanzados de inmediato a un horno en llamas, ¡y no habrá dios capaz de librarlos de mis manos!” (Dan. 3:15)

El rey entonces desafí­a al Dios de Sadrac, Mesac y Abednego a un duelo. “Su Dios no puede rescatarlos.” Y A esto, Sadrac, Mesac y Abednego responden:

“¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad! Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad.” (Versí­culos 16,17)

Sin embargo, después de eso, Sadrac, Mesac y Abednego presentan un apantallante nuevo concepto de Dios:

“Pero aun si nuestro Dios no lo hace así­, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua.”(Versí­culo 18)

Estos hebreos proclamaron una fe en un tipo de Dios completamente nuevo ”“ un Dios que no siempre va hacer que las cosas sean cómodas para sus seguidores, y un Dios que no está hecho a la imagen de nuestras necesidades percibidas. Este no es un dios prefabricado creado por los humanos para complacer a los humanos. Este no es un dios hecho a la imagen de la humanidad.

¿Qué tipo de Dios tenemos? ¿Está hecho nuestro Dios a nuestra imagen, está allí­ para suplir nuestras necesidades, protegernos y sanar nuestras enfermedades? ¿Es nuestro Dios un dios prefabricado hecho a la medida para satisfacer nuestras necesidades, para encajar en el corte de Tu personalidad?

Tal concepto de Dios es un concepto pagano, tan pagano como los dioses de Nabucodonosor. Si nuestro dios es solicitado como Santa Claus en navidad por las recompensas, si tenemos a nuestro dios para que no llueva cuando planeamos un dí­a de campo, si oramos a nuestro dios para que nos ayude a ganar la loterí­a ó evitar un accidente automovilí­stico, si nuestro dios espera en una lámpara maravillosa para cumplir nuestros deseos, entonces nuestro dios es un dios prefabricado. Un dios fabricado por nuestros sentimientos y condicionado por nuestra cultura. Llamarlo Jesús no lo hace diferente de los dioses de Nabucodonosor. No es más que una pata de conejo. Un dios para utilizarlo en caso de emergencia, al que se debe orar cuando hay dolor.

El Dios de Sadrac, Mesac y Abednego no era un dios prefabricado.

Si, mi Dios puede sanar este cáncer, pero mi compromiso a Él no está dictado por Sus poderes curativos. Si, Él puede salvar a mi hijo, pero yo no le alabo porque Él es el salvavidas divino. Sadrac, Mesac y Abednego hicieron compromisos con Dios que iban más allá de obtener lo que ellos querí­an.

No me interesa llegar hasta un punto donde vea a la oración como un ejercicio en futilidad apelando al inamovible movilizador, como un placebo de la esperanza falsa para los débiles mentales. Tampoco me interesa ver a la oración como acceso a la tarjeta de crédito divina, obteniendo lo que sea que quiero cuando lo quiero.

En las palabras de Elena White la oración es: “hablar con Dios como si conversáramos con un amigo.”2 Lo difí­cil de conversar con Dios es que estás hablando con alguien que puede hacer lo que sea.

Si vemos esto en un nivel mucho más pequeño, es como tener una conversación amigable con una persona muy rica cuando tenemos verdaderas necesidades. Imaginen que estoy teniendo una conversación con Bill Gates y no estar pensando todo el tiempo en cómo lograr que nos pase unos cuantos millones a mi universidad [iglesia, escuela, primaria ó cuenta bancaria]. Pero el Bill Gates también necesita amigos ”“ no sólo los que están tras su dinero. Dios necesita amigos también ”“no sólo aquellos que están buscando protección y salud.

Puede ser que yo no deberí­a estar pensando en términos de qué voy a obtener además de una relación con Dios. Cuando le hablo a un amigo, ¿me preocupo porque no voy a obtener nada al final de la conversación? La verdadera cuestión aquí­ no es que pienso sobre la oración; sino que pienso yo de Dios. ¿Cuál es mi imagen de Dios? Nuestro entendimiento de la oración está determinado por mi imagen de Dios.

Ninguna de las imágenes anteriores es adecuada para Dios: ni Dios como el Inamovible Movilizador ni Dios como el Genio Divino. La oración hace una diferencia en algún punto, ó Dios no nos hubiera dicho que oráramos. Sin embargo, la diferencia no está únicamente en nuestro lado de la ecuación.

Una Imagen diferente de Dios

Quisiera sugerir que construir una relación con Dios requiere de interacción, e interacción indica que hay cierta influencia mutua. La relación que tenemos con Dios es dinámica, no estática. El curso de la historia humana no es producto únicamente de la acción divina. Dios no es la última explicación para todo lo que sucede.

La oración nos identifica. Tengo hijas gemelas. Busqué a una de ellas, Julie, y le pregunté quién era ella. En ocasiones las confundo, así­ que me respondió en una forma asertiva, “Yo soy Julie.” Después la interrogué un poco más: “No, en serio, ¿Quién eres?” Otra vez respondió, “Yo soy Julie.” Nuevamente le pregunté quién era, y finalmente respondió con frustración evidente, “¡yo soy tu hija!”

¿Quiénes somos? Nuestra identidad es un producto de nuestra relación con nuestro Creador. “Nuestra inescapable identidad es que somos hijos de Dios ”“criaturas- y nuestro único acceso consistente a esa identidad es por medio de la oración genuina.” La oración no es alcanzar al Santa Claus del cielo. La oración no es un ejercicio inútil de mover al inamovible movilizador. Es un proceso de establecer mi identidad como criatura mientras aprendo a depender de mi Padre, mi Creador.

Así­ que ¿para qué sirve la oración? Mediante la oración establecemos una relación con Dios. Una madre escuchaba a su pequeño hijo mientras oraba. “Gracias Padre, por mami, papi… y por favor haz que San Luis sea la capital de Missouri.” Sorprendida, la madre le preguntó, “¿Porqué oras para que San Luis sea la capital de Missouri?” El respondió: “Porque esa fue la respuesta que escribí­ en mi examen.”3 Hay ocasiones en las que queremos que la respuesta Divina sea la respuesta que nosotros tenemos; no necesariamente la respuesta que Dios tiene, pero eso no es parte de la relación.

El Dilema Continuo

Aún no lo entiendo: Por un lado, si mis oraciones no afectan la forma en la que Dios hace las cosas, entonces ¿para qué orar? Y por otro lado, si mis oraciones afectan la forma como Dios hace las cosas, entonces ¿qué tipo de Dios es el Dios en el que creo?

No tengo una respuesta perfecta para mi dilema filosófico. Creo que mi mente es demasiado pequeña para comprender a Dios, y estoy creando un problema de palabras para mí­ mismo. Es como la pregunta “¿Puede Dios crear una piedra más grande de lo que pueda levantar?” Mi falta de entendimiento en este auto-acertijo nace del hecho de que soy una criatura y no el Creador.

En el mundo cientí­fico de la fí­sica y mecánica cuántica, los cientí­ficos están descubriendo la existencia de cosas que una mente racional encuentra imposible. Por ejemplo, la existencia de materia oscura que se cree que conforma el 90% de la masa del universo es difí­cil de entender. El cuarto en el que te encuentras podrí­a estar lleno de esa materia. Existen cosas en el mundo de la fí­sica que sugieren la existencia de un universo paralelo al nuestro.

Pero hay aspectos de la oración que me preocupan. Somos increí­blemente ignorantes en lo que respecta a la realidad fí­sica del universo. ¿Deberí­a extrañarnos tanto que no podemos entender la naturaleza del universo espiritual?

Existe una realidad que no puede ser explicada con fórmulas, y la oración es tan sólo una de esas realidades. Todos los modelos filosóficos en el mundo no nos van a proporcionar un entendimiento completo.

Pero recordemos que el entendimiento no es el objetivo de nuestra vida.

“El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecí­a cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.” (1 Corintios 13:8). “Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido.” (Versí­culo 12) “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor.” (Versí­culo 13)

La oración es una forma de amar: a otros y a Dios. A fin de cuentas, Jesús nos dijo que debí­amos orar, así­ que debemos orar.

1 «Powerful Prayer,» presentación de la Escuela Sabática del campamento de la conferencia Georgia-Cumberland «Powerful Prayer,» Junio 2, 2001. Alguna parte del material proviene de un sermon predicado en Collegedale, «What Does Prayer Change?» Febrero. 29, 1992, y el sermon presentado en la conferencia del Adventist Health System Marzo 2, 2002.
2 Ellen White, Christ’s Object Lessons, p. 129.
3 Presentado por Lowell Streiker, Ladera, California.

_________________________
Gordon Bietz is president of Southern Adventist University in Collegedale, Tennessee.

Why do we pray? ¿Por qué oramos?
http://www.adventistreview.org/2003-1527/story3.html
Por: Gordon Bietz
Traducido por: Jason A. Penniecook
Revisión: Daniel Gutierrez C.

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