Nombre, que fiesta!.. es la mejor a la que he asistido, y no por que yo sea el invitado de honor cualquiera podrí­a decir lo mismo, sin embargo no creo q me la merezca.. por todo lo q he hecho.

Si tan solo no me hubiera ido, pero no se q me pasó, de repente no soporté más según yo y le pedí­ a mi papá q me adelantara su herencia, como si realmente hubiera hecho algo para podersela pedir, como si tuviera derechos sobre esta…

Él aún con su cara de dolor y decepción, sabiendo lo que me podí­a suceder me dejó ir con el dinero q le pedí­a. Como niño al ver q mi plan funcionaba me dirigí­ a malgastarlo con mis amigos y “disfruté” cada centavo en lugares exclusivos de la ciudad, antros, fiestas, etc.

“Esto si es divertido“ me dije, ”no como estar viviendo en la casa..“, yendo a la iglesia cada sábado o a vértice los viernes; ”de lo que me estaba perdiendo. Pero mientras más me “divertí­a” el dinero me fue faltando, y así­ también mis “amigos” me dejaban. Las resacas al otro dí­a tanto fí­sicas como espirituales afectaban mi manera de ser al pensar q podí­a sostenerme por mi propia cuenta. Ya no tení­a para comer y del hotel me corrieron por ya no tener para pagarles.

Busqué trabajo pero me di cuenta q no sabí­a hacer nada; mis papás siempre me dieron todo y empezaba a extrañarlos. Terminé en los basureros y en los cruceros pidiendo dinero pues ya no tení­a nada solo me quedaba el recuerdo de lo q tení­a y de lo q era, pero el orgullo no me hací­a reconocer y recordar que todaví­a tení­a un hogar donde no me hací­a falta nada, donde me sentí­a protegido y a salvo de todo.

Una noche, toqué fondo; me encontré comiendo en lugares que hasta verguenza me da recordarlos, y me pregunté que estarí­a haciendo en casa de mi papá, q es lo q comerí­a.. con lágrimas en los ojos me levanté y con los pesos que me quedaban tomé la ruta hacia la casa.. si, eso nunca se me olvidó.

Casí­ ni me dejaron subir al camión, mi condición me lo impedí­a, nadie me reconocí­a por lo que era pero me juzgaban por como estaba; sucio y malholiente.. la gente se alejaba de mí­. Pero lo único en que pensaba era en cual serí­a la reacción de mi papá al verme, ¿me recibirí­a? ¿me reconocerí­a? ¿me perdonarí­a? dudas que me hací­an casi bajar del camión.

Al llegar cerca, la duda me hizo detener. Reconocí­a la casa, y hasta el olor de esta, estaba tal cual como la dejé. A lo lejos vi alguien que corrí­a hacia mí­, no le reconocí­a.. pero era mi padre! Quien no solo corrí­o si no que al llegar me abrazó y besó como si ansiara ese momento.

Sin recriminarme un segundo con su abrazo me perdonaba, sin juzgarme con su beso me aceptaba y con su amor me invitaba a entrar de nuevo a mi hogar,

ese lugar q tanto soñé y extrañé, donde la protección cotidiana de mi papá Dios es inigualable, donde su paz y cariño suple cualquier diversión momentanea o herencia terrenal. Donde con sus brazos de amor cuando salgo de casa me guí­a de regreso no importando lo que haga o en que situación me encuentre.

gracias papá por recibirme en casa!

{Por Davo para programa «No me soltarás – Viernes 19 Sept}

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