Si hubiera estado alli…

Por: danielgc
En Sin categoría
octubre 28, 2008

Mateo 26.17-27.26

Pero yo no pude detenerme hasta el final del 27.

Quiero confesarles algo. Al leer la porción de La Palabra temprano por la mañana, lloré al menos dos veces. La primera, con el relato de Pedro. Como tengo muy fresco una reflexión de Dante Gebel donde cuenta la historia de la negación de Pedro de una manera muy parecida a como lo hace el ptr. Rojas (haciéndote «vivir las escenas»), pude recrear en mi mente los sucesos como «Si hubiera estado allí­». Primero Jesús se lleva a sus tres amigos más cercanos (Pedro, Juan y Santiago) a que lo acompañen (quién no busca a sus amigos más cercanos para soportar las pruebas), pero se duermen 3 veces. Apresan a Jesús, y lo llevan a un juicio ilegal (por varias razones, entre ellas, los juicios no debí­an celebrarse de noche; y nunca se dictaba una sentencia de muerte y se ejecutaba el mismo dí­a).

Empiezan a torturar a nuestro Salvador, a darle puñetazos y bofetadas en la cara (eso dice el original), y Él no pronuncia palabra.

En ese lapso Pedro niega 3 veces a Jesús, cada vez subiendo el tono hasta terminar con palabras de pescador, su «viejo hombre» (reconocieron que hablaba como galileo porque cuentan los comentaristas que los de esa región no pueden pronunciar ciertos sonidos, así­ como los sureños hablamos comiéndonos la «s»). Al final de la tercera negación, canta el gallo tal como le habí­a dicho Jesús, y Lucas (22:61) dice que «En ese momento, Jesús se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le habí­a dicho…» Pero no era una mirada de reproche, era una mirada de amor, y esto conmueve el corazón del discí­pulo. Qué haces tú cuando sabes que la has regado y volteas a ver al Salvador destrozado por tus pecados, y lo único que hace Él es mirarte con esos ojos que te vieron nacer?

El 27 sigue con los juicios de Jesús, sus torturas (muchos condenados a crucifixión no soportaban el castigo de los latigazos porque desgarraban la espalda con puntas de hueso y metal), y su posterior muerte. No quiero agregar más comentarios «accesorios» de detalles interesantes, porque el relato es elocuente y deseo que lo leas, pero sobre todo, te sugiero que hagas lo que el Espí­ritu Santo me llevó a hacer hoy: a meditar. A leer el 26 y 27 y pensar en lo que hizo el Cordero inmolado por nosotros, ponte a los pies de la cruz y oye todo lo que se dice, lo que dice Jesús. Hazlo en un lugar donde nada te interrumpa y oye la voz de Dios diciendo cuánto te ama que dio a Su Hijo Unigénito. Y más allá de lo emocional incluso, observa que el evangelista no se detiene en los castigos fí­sicos sino una y otra vez te hace recordar que todo estaba escrito en Su Palabra, para la Salvación de nosotros (complementando la lección de este trimestre por cierto). Hazlo y coméntanos.

Un abrazo.

Señor, gracias por dar tu vida por nosotros. Gracias porque no merecí­amos tanto amor, y sin embargo decidiste permitir que Jesús diera su vida por nosotros, para reconciliarnos contigo. Por favor bendice a los que leen tu palabra, y ayúdanos a hacerlo todos los dí­as, porque en ella encontramos la Luz que necesita nuestro corazón en medio de las preocupaciones, ocupaciones y tentaciones del diario vivir.

Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
y molido por nuestras iniquidades;
sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,
y gracias a sus heridas fuimos sanados. Isa. 53:5

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