Cómo quisiera responder tranquilo y seguro como él
Por: David Gutierrez
En Sin categoría
noviembre 21, 2008
«Si eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan» (Mat. 4:3). Es una tentación que no tiene sentido para mí porque nunca podría caer en ella ¡pues yo no puedo convertir piedras en pan! (¿puedes imaginarte eligiendo diferentes piedras para producir diferentes tipos de pan? sería gracioso… y delicioso).
Se alega que esto sí era una prueba para Jesús, dado que él sí podía y además tendría muchísima hambre luego de cuarenta días de ayuno, pero suena difícil de creer que esta batalla crucial en el conflicto de los siglos se redujera a esa cuestión. Que la hubo, por supuesto; que había más en juego, también luce evidente.
Más que el mero hecho de si Jesús accedería a proveerse de alimento con sus fuerzas (echando a perder así la prueba de que los seres humanos podemos ver satisfechas todas nuestras necesidades si confiamos en Dios), me parece que aquí vemos una lucha de argumentos. Se trataba de ver sobre qué base se paraba Jesús para resolver la crisis. Las palabras que eligió, el argumento que esgrimió dice mucho de él y de cómo concibe las crisis y sus soluciones.
Y es que se me ocurren muchas otras respuestas posibles: Ignorar a Satanás, volteando a otro lado para seguir con la meditación; llenar el aire de interjecciones: «chu, vete, ¡sácate de aquí! ¡no molestes!»; debatir sesudamente, aferrados al griego y al hebreo; sacar las recetas de los libros devocionales que abundan por ahí; esperar a que salga la película para no leer el libro y saber el final; y un largo etcétera.
En cambio, Jesús recurrió a un pasaje de la Biblia que expresaba lo que debía ser, ni más ni menos; un pasaje sin problema, directo, que no deja excusa, pero además lo dijo con una candidez que es imposible no creerlo. Yo, en cambio, hubiera sido más sofisticado y supongo que eso lo hubiera echado a perder.
Las situaciones de la vida son tan complejas; es difícil anticipar una respuesta correcta para todo. De hecho, no hay respuestas universales (de ahí que esos recetarios devocionales suelen caer en desuso muy pronto). Sin embargo, sigue siendo cierto que nuestra reacción a las crisis suelen decir mucho de la manera en que concebimos a Dios, de la fe que tenemos, de la (in)dependencia de su Palabra. Intenta responder, por ejemplo, ¿cuál es la primera puerta que sueles tocar en busca de soluciones? ¿cuáles son los primeros pensamientos que te vienen a la mente cuando las circunstancias te exigen? ¿sueles ser conservador o te ves agresivo? ¿lanzas al aire tu colección de quejas y ayes o miras fríamente la situación tratando de entender? ¿corres a tu gurú espiritual, el que siempre te dice qué debes hacer, o te lanzas al ruedo en caliente, orgulloso de tu independencia? ¿Se entera Dios de tu problema cuando se presenta o cuando ya lo complicaste todo?
Jesús es tentado en el desierto y responde con una calma asombrosa. Qué tranquilidad de tipo, qué seguridad. ¡Cómo que conocía a su Padre celestial! No puedo ser panadero de piedras, pero conocer a Dios sí que puedo.
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